Monday, December 26, 2005

Does his make up in his room...

...douse herself with cheap perfume.

Escuchando algunas canciones se sentía lleno. Le gustaba Placebo.
Un sábado más, pero este era uno de aquellos en los que tenía ilusión. Sus padres no estaban en casa, y tampoco quería saber donde estaban. Sabía que no había nada por lo que preocuparse mucho esa tarde, más de lo habitual, así que podría salir y mañana por la mañana sería otro día.

No quería que llegara, pero de todos modos no iba a poder evitarlo, así que qué más daba.

Hoy estaba guapo. Lo sabía, como también sabía que dependía de la inspiración del momento para poder utilizarlo. La dosis justa de alcohol, y alguna de sus miradas, esa voz de locutor que a veces venía a él como por encanto y provocaba siempre sonrisas cómplices.

Además hoy vería gente conocida, de la universidad, del barrio quizá, sabía incluso un cumpleaños por el que podía pasarse en el que había una chica que estaría contenta de verle.

No pudo pensar más de un minuto en todas aquellas cosas que le atenazaban el alma. Tampoco quería hacerlo. Por que le entraba una rabia incontrolable. Dió una patada a una puerta y se lastimó el dedo. Pero no le dolió. Porque nada del exterior podía hacer daño. Nada ni nadie.
Llevaba meses dentro de sí mismo como en una vitrina, viendo a la gente pasar. Pero apenas les oía y tampoco tenía el mínimo interés.
-¡No entendéis nada, no sabéis nada! -les gritaba desde dentro sin importarle nada.

Se hacía la hora de coger el autobús pero aún le quedaban cinco minutos. Su máxima aspiración de esa noche era emborracharse hasta estar lo suficientemente inspirado para encontrar una chica y seducirla. Ni siquiera le importaba hasta que punto llegar con ella. A él lo que le gustaba era jugar. Le ayudaba a no pensar. A creer que el mundo era así de fácil. Acción reacción en un entorno más o menos controlado en el que se lo podía pasar bien y ganar.
Bebió un trago de vodka, a palo seco. El sabor le hizo torcer el gesto. Pero eso no implicaba que no fuera a beber otro. El segundo trago fue más largo que el primero y ensayó una cara de pelicula delante del espejo bromeando:
-Veo que eres un tío duro-. No lo era y lo sabía, pero tampoco importaba una mierda nada, y se rió.

El viaje en bus fue ritual. Encontró como siempre a algún conocido. Quedó en verse en los bares y le dió una calada a su porro. No le sentaba bien, ni le gustaba, pero el mareo era agradable, y los tragos de vodka ayudaban a que una nube se fuera formando en torno a las imágenes que pasaban delante de él.
Ya se estaba formando la "nube de sábado".

Otro autobús, esta vez le dejaría en la zona de bares.

Miradas a uno y otro lado en busca de algo interesante. Una chica de su barrio mirándole.

Quizá habría suerte. Quedar en un bar con sus amigos, quizá llevarla.
Chupitos nada más llegar y la nube es completa en media hora nada más llegar.

La chica promete, quizá venga conmigo a casa, y si no, pues al bar del cumpleaños, y si no, pues a buscar otra cosa, y a beber.
A ver cómo de lejos, queda mañana...

Espero que mucho.

El lento fluir de las cosas

En una ocasión me preguntaron cuáles eras mis razones para vivir.
Me comentaron que había que tener una, o varias, y que pensadores a lo largo de los siglos habían sintetizado las principales razones por los que seres humanos nos veíamos movidos a vivir.

En ese momento no pude contestar nada más que la felicidad era mi razón para vivir. En el momento de contestar no imagine el puro hedonismo, el cuál ultimamente busco poco, ya que cada vez hay menos cosas que me produzcan un placer inmediato.
Pensaba en una felicidad genérica, que incluía cualquier cosa que supiera que me provocaría una felicidad a medio, corto plazo. Y que pasaba por aspectos de todo tipo en mi vida, incluyendo aspiraciones profesionales, por poner un ejemplo, pero en el momento concreto que me producían cierta felicidad, como por ejemplo en el momento del reconocimiento.
Mi tío, el interlocutor que tenía me contestó que esa era una razón peregrina. Esa motivación caducaba, y cuando eso ocurriera me vería vacío. Le dió una caducidad de entre 10 y 20 años creo recordar.
Esas palabras me impresionaron, y de alguna manera me marcan desde entonces.

Si desgloso más la explicación que dí, comenté que había cosas que me producían esa felicidad.
Analizando mi interior pensé en reconocimiento de los demás.
También pensé en trascendencia, por medio de una familia por un lado, y con mis obras por otro.

Mi tío me comentó entonces que existía algo llamado principios. Era la condensación de las principales razones para vivir que los pensadores habían encontrado a lo largo de mucho del pensamiento occidental.
El había tomado uno de ellos. Había tomado el político y su vida siempre estaría guiada por sus opiniones políticas, no pudiendo ir contra estas ideas en ningún momento de su vida, puesto que tal sería romper un principio que había adoptado y no se podría permitir eso.

¿Qué opináis vosotros?. ¿Es necesaria una razón para vivir?. ¿Tenéis vosotros alguna?.

No ha pasado mucho tiempo desde que tuve esa conversación con mi tío. No más de tres años, pero creo que ya empiezo a notar en mis carnes la falta de empuje de esa razón, la felicidad, para vivir.

Conozco gente que dice no tener razones para vivir, no necesitarlas, que simplemente viven. A mi modo de ver, una cierta reflexión sobre como llevan su vida me da como resultado que su razón no es muy diferente de la que yo esgrimí en su día.

Si alguna vez hiciera del misticismo que impregna mis sueños mi razón de vivir y mi guía...

Sunday, December 04, 2005

Segunda parte, con sentido

Después de mucho tiempo sin ponerse delante del foco de las confesiones narradas cuesta dedicarse otra vez a la tarea.

Miro a unos niños a lo lejos jugar. Corren en el jadín de una casa con parcela. Me veo como uno de ellos. Tiempo fresco, casi frío. Respirando el olor de las plantas y sintiéndome libre en un espacio tan reducido.

Ultimamente me daba por pensar sobre una frase (que bien podría haber sido dicha por cualquiera de nosotros, u otro escritor, no tiene especial mérito) que leía en "Memoria de mis putas tristes".
La verdad es que no la recuerdo literalmente, pero decía algo así como que acabamos siendo como nos ven los demás.

Es una de esas frases que invita al debate con uno mismo, a repasar sus experiencias vitales, para comprobar hasta que punto es o no cierta y dar argumentos a favor y en contra.

No puedo menos que decir, a pesar de tener matices que puede que acaben con el significado profundo de la sentencia, que la frase es fácilmente aplicable a muchos momentos de mi vida, y creo que a la de muchos.
¿Cuántos momentos tenemos para comprobar hasta que punto la visión que tienen los demás de nosotros nos invita, para refrendarla o contradecirla, a hacer cosas que probablemente no haríamos si no fuera por tan, a mi modo de ver, vil insulto de la gente que te rodea, en caso de ser su percepción un error garrafal?.

Hay veces que no puedes menos que preguntarte sí realmente eres como los demás dicen verte o es que son tan torpes que no saben apreciar tu verdadera manera de ser.
Pero, ¿es lícito defender que se es de una manera cuando los demás, a los que realmente estás dando tu vista exterior, piensan que eres de otra?.
¿No será que somos, cada vez más, como la gente nos vé, queramos, lo seamos o no?.

Para mi es un asunto bastante complejo. Mi apatía social a veces me lleva a despreciar por completo las impresiones equivocadas sobre mi ser, cuando estas no se ajustan a lo que creo que soy, cuando, eso sí, hay alguien además de mí mismo que también lo sabe, y me reconoce en la descripción que de mi mismo doy.

Realmente considero a una persona tarada cuando es incapaz de percibir la persona que tiene en frente, o con el valor de crear juicios completamente equivocados por falta de capacidad para percibir la información, siempre que la segunda tenga voluntad de ser conocida.

Sí señores, para mí estamos delante de un imbécil.

Pero por favor no se asusten en caso de pensar: -Pero eso ocurre muy a menudo, la gente es así.-.
Efectivamente, los imbéciles abundan, pero no por eso son menos imbéciles.

Volviendo más a la miga, y menos a tantas y tantas personas que no merecen la pena.
¿Cómo de fácil es escapar de ese fenómeno?, o peor, ¿no tendrá algo de cierto cuando ocurre y eso significa que nos estamos desviando de nuestro verdadero camino, de lo que realmente somos, sin darnos cuenta?.
¿Es posible para una persona comportarse como no es, o cada acto siempre está enmarcado dentro de cómo somos?.

Quizá para algunas personas este tipo de disgresiones carecen completamente de significado, pero para alguien que resulta tan oscuro, o al menos turbio, en la mayoría de los casos a los demás, es un tema de vital importancia.

Bueno, ahora me despido, porque realmente no tengo fuerzas para mucho más.
Sólo desear paz y felicidad a todos, que nunca viene mal.

Y si no, pues lo de siempre. A evadirnos de las típicas maneras cobardes, emborrachándonos, saliendo de manera compulsiva, creando lazos de amistad eternos de fin de semana y huyéndo geográficamente de los problemas. Lo que siempre ha servido y seguirá sirviendo durante muchos años.

Hasta pronto.

Saturday, December 03, 2005

Sobre la vida, la muerte, lo superficial y la iPod

Supongo que es difícil. Como casi todo.
En una vida de emociones contenidas, que siempre han encontrado como medio de transporte la música para salir a ninguna parte salvo a una tenue sonrisa o una piel erizada, quizá erótica para alguna chica que nunca conocí.
Es difícil saber lo que hacer sin el manual, pero escucho a Nacho Vegas y me emociono, y sé que esto es justo lo que quiero hacer en este momento. Y vuelve la piel de gallina, y la sonrisa, y soy feliz.

Y la vida y la muerte no importa. Y lo difícil que es todo tampoco, ni lo que lo será. Ni la tristeza pasada ni la que está por venir.

Y quiero como nunca he querido, pero no puedo. Y mis recuerdos se llevan mi realidad hasta dejarme desnudo, temblando y con ganas de llorar. Y me siento sólo, delante del abismo que está aquí, como dice Nacho Vegas.

Y no quiero los viajes de los demás, quiero los míos, los que nunca se harán realidad, porque mi única fuerza es el futuro que nunca tendré. Así no me podré hundir, porque nunca conseguiré lo que quiero y nunca dejaré de buscarlo.

Tengo la sensación de haber perdido la sensibilidad por la belleza, por la realidad, por el día a día viviendo mi existencia paralela donde la triste monotonía no es lo que vivo.

La luz se apaga, el sol se va y no quiero que exista más que eso. Nunca momentos como los que viví, con pánico a que llegara el mañana, con miedo a abrir los ojos al día siguiente para ver lo que había.
A veces es imposible tenerlo todo. O eres insensible o te anulas como persona.

Ya no sé cual soy yo. El que se emociona con la música o el que castiga con mirada dura lo que no aprueba y al que no le importa que su juicio no cale.

Las nubes apenas entrevistas a través de la persiana metálica me acompañan con sus reflejos naranjas y morados. Y me veo volando, soñando con que un día fui un pájaro y preguntándome cómo podría volver a volar.
No puedo es la respuesta, y eso me duele más que nada, que estoy atado y no puedo liberarme.

Imagino el olor de la lluvia, un momento perdido en mi historia, de esos que no tienen principio ni final y mi amor aparece. Todos mis amigos están allí. Y no me cuesta que me miren, que me escuchen y que hablen conmigo. No tengo que fingir, ni trabajarme su amistad, porque ese es mi mundo y la gente te mira a los ojos y sabe como eres. Sabe si eres uno de los miserables o alguien que merece la pena.

No tengo que tomar café con ellos durante meses para que acerquen a mi preguntándome sinceramente qué tal estoy. Porque son personas reales, no de esas que viven su existencia al margen de el mundo que les rodea.

La vida es una tontería. Mejor no tomarsela demasiado en serio. Pero cuesta.