Sunday, October 30, 2005

Una vez más

Pues eso, que me planto otro domingo más delante del ordenador para constatar que sigo dudando si no me gusta la vida que llevo o simplemente la vida en general.
Trato de ser condescendiente conmigo mismo y con la raza humana en su término medio y decido, otro domingo más, que lo que no me gusta es la vida que llevo. Así que podré seguir atormentándome durante más tiempo con qué hacer con mi futuro.

Al margen de pensamientos apestosamente recurrentes trato de dar un repaso a las cosas que me pasan ultimamente para hacer una sesuda reflexión sobre alguna.

Se me ocurre una, pero no creo que dé para más de un párrafo.
De todos modos dejaré llevar el tema, o la vaga idea más bien, hasta la extenuación, para acabar el "post" de manera agónica ni sentido alguno (como la propia vida, por cierto).

Ultimamente, en mi amado metro, no paro de pensar, o más bien de percibir lo siguiente.
No es original en absoluto, pero es una experiencia que no ha llegado a madurar y que sí es original en cuanto a vivencia en primera persona que se da en mí, así que os la tragais.
Ni que lo único valioso en el mundo fuera lo original. Si sólo lo original fuera lo que tuviese algún valor, la gente sería un montón de prejuicios superficiales inevitablemente unidos a estereotipos preconcebidos..., ejem..., pues eso, que en este precioso mundo no prima sólo lo original.

A lo que iba. Ultimamente me siento como una hormiga.
Al contrario que en aquel chiste que plantea comparaciones absurdas (-Tengo la polla como una locomotora-,-¿De potente?-. -No, de sucia-), no es de negro ni de pequeño.

Me siento parte de algo mucho más grande que yo, de lo que no soy ni consciente. Tratando de vivir mi propia existencia en una supesta libertad, pero en realidad jugando un papel a modo de pieza en un tablero donde son otros los que juegan.

Me veo sintiendo que no quiero ir a un lugar, pero yendo cada mañana. No quiero ir en el apestoso metro, pero ahí estoy mañana tras mañana.

Además de esto comparto vagón con muchísma gente. ¿Y sabeis qué?. No os lo vais a creer.
No hablamos entre nosotros.
De verdad, en serio, os lo podeis creer.
Hay momentos en los que en todo un vagón del metro estamos todos callados, no mirando al techo, pero casi, sin hablar entre nosotros.
Sé que parece una tontería, pero en lo más profundo de mi ser me impresiona.
Yo que soy incapaz en muchas ocasiones de llamar para ir a tomar algo a alguien a quien quizá quisiera ver, porque quizá vaya a parecer algo completamente fuera de lugar, ya que para mi desgracia nunca he sido muy hábil en cumplir muchas de las convenciones sociales.
No es que tenga una necesidad urticante que me impulse a tener que hablar con mis compañeros de vagón, pero la verdad es que me extraña.

Y me extraña porque me pregunto en qué clase de congregación de personas estamos viviendo, esa que se llama cuidad, donde hay tanta gente pero a la vez existen esas reglas que impiden que podamos hacernos verdadera compañía cuando estamos en un lugar común.

Sé que a la hora de la verdad habría alguna palabra amable si te calleras al suelo, o que alguien te sonríe si haces una mueca ante alguien que se tropieza.
Pero pasar de eso sería algo realmente difícil.

Somos personas, con unas pautas de relación, hábitos, normas implícitas y explícitas. Pero sin embargo tenemos lugares comunes vetados de alguna manera para ese normal discurrir de estas reglas.

Cuando pienso en la causa de este efecto, sin dudarlo pienso en la masificación. De gente, de estímulos.

Quizá es verdad que no es viable tener abierta una ventana para recibir a cualquier que nos quiera abordar de todos aquellos que nos podemos llegar a cruzar a lo largo del día.
Pero yo creo que es porque de alguna manera estamos viviendo, algunos, en un entorno que de por sí es inviable.
Una vez más apelo al sentido literal de la palabra. No tiene viabilidad que se pueda mantener cierta forma de vida más allá de algunos años, porque se quebrará la tierra y nos invadirán nuestros más profundos miedos, los que viven justo debajo nuestro, en las profundades de la tierra, donde los tenemos enterrados.

Y con esta frase absolutamente fuera de lugar me despido hasta una nueva entrega de: Este es mi "blog" y escribo lo que me da la gana.

Wednesday, October 12, 2005

Olvídate de mí II

Quería añadir algo.
Acabo de volver a ver la película y se me había olvidado decir una cosa.
Una cosa importante además.

No sé como expresarlo.
Es la sensación que te transmite.

-Habrá cosas que no te gusten de mí, te enfadarás, y yo me hartaré de tí y no te soportaré...
-Pero, ¿y qué?.

Como tantas y tantas cosas en esta vida, el mérito no está en cuando las cosas salen de maravilla, sino en elegirlas a pesar de lo malo. Quizá hay amores capaces de soportarlo.

Me ha gustado más la segunda vez que la primera, simplemente genial.

El maquinista

Esta película narra las imágenes de una mente enferma.
La frase está tan manida que es difícil comprender lo que pretendo decir con ella, ya que apelo al sentido literal de la misma. Es decir, narra las imágenes de alguien que está, temporalmente transtornado por un hecho concreto.

Esta persona distorsiona el mundo. Lo que ve no deja de ser real, pero está manipulado por su esquiva mente, que le manda mensajes de alerta. Claros mensajes, una vez más, con metáforas visuales, de un pasado, de una acción pasada que ha decidido olvidar.

El protagonista no puede dormir.
Los personajes que le acompañan se confunden con las imágenes de su mente. Y eso le va deteriorando cada vez más.
Va a la caza de estas imágenes. Las sigue o disfruta de su compañía. Y lo que le ocurre con ellas poco a poco va afectando a los personajes reales de su vida a los que no puede distinguir de los ficticios, al menos al principio.

Poco a poco, en una espiral de ansiedad va cercando las imágenes ficticias. Las que le evocan sentimientos agradables como las que le producen el más horrible desagrado.^
Poco a poco se acerca sin saberlo al final de su insomnio.

¿Cómo contariáis el sentimiento de culpa?.
Esta película lo hace magristralmente, llevándonos de la mano del protagonista por sus delirios para darnos cuenta, al mismo tiempo que él, que su mente le estaba jugando una mala pasada.

Un recuerdo reprimido se convierte en una mente retorcida que castiga a su hospedador hasta llevarle al reconocimiento de su culpa, a la confesión de su culpa.

Esta película, al igual que la anterior transmite la sensación que quiere de una manera magistral, al menos para mí.

Un besote, y hasta la próxima.

Olvidate de mí

Llevo tiempo queriendo escribir este post, pero mi cansancio existencial no me dejaba.
Lo malo es que ahora ya le he dicho lo que tenía que contar sobre estas dos películas a mucha gente, con lo que les va a saber a ya escuchado, pero bueno. Así me haré un poquito feliz a mí mismo.

La película, como ya imaginais los que no lo sabeis, se titula "Olvídate de mí".
Está protagonizada por Jim Carrey y una tipa cuyo nombre no me voy a molestar en buscar en internet.

Supongo que cuando se quiere comentar algo sobre una canción, película u obra de arte que por un lado tiene una forma, un entorno plástico o sonoro y en la que por otro lado has creído apreciar la capacidad para transmitir un sentimiento, a tí personalmente o incluso a cualquier persona en general, se tienen dos opciones.
Se puede empezar comentando el envoltorio, para después tratar de llevar al lector al fondo que creiste apreciar, o por el contrario se puede tratar de describir las sensaciones apreciadas, desgranando las escenas ejemplos de esa evocación.

En mi caso dudo cuál de los caminos tomar, porque con ambos creo estar estropeando lo que pretendo transmitir, pero de todos modos habré de arriesgarme.

Esta película, como la que comentaré a continuación, me han gustado por una razón concreta.
Para mí no narran una historia. Es más, la organización de la narración y los ambientes que se reflejan no están diseñados para contar una historia, sino para transmitir sensaciones.
De hecho transmiten, cada una de ellas un sentimiento, de los grandes, de los que todos conocemos, de los que se generalizan y forman parte de los más importantes que nos definen como seres humanos.

Pero vamos a hablar de "Olvídate de mí" únicamente.

¿Cómo contaríais el amor?.
Para mí eso es lo que hace esta película. Cuenta el amor entre dos personas, pero no su historia, sino que apela a que sus escenas nos hagan sentir lo que el amor significa.
La historia es un círculo que no acaba, porque como he dicho, no es la historia lo que hay que seguir.
Un amor. Conoces a una persona, te vas enamorando de ella. Tienes millones de momentos con ella, momentos que se quedan grabados en tu cabeza, como hitos en el camino a seguir de lo que fue vuestra relación.

La relación se enfría, poco a poco cae en la monotonía de lo habitual. Esos pequeños fallos de la pareja se convierten en grandes enfrentamientos.
Y llega el hastío, hasta el momento en que la pareja se rompe por uno de los extremos.

Unilateralmente uno decide olvidar, y el otro...
¿Qué puede hacer el otro?. Primero despechado decide olvidar igualmente.
Quiere arrancarse de detro de sí todo lo que ella ha significado.
Pero en el camino por sus recuerdos se da cuenta de que forman parte de él.
No quiere olvidar. Aun quiere. Con todos los errores, con todo lo malo. Aun quiere.
Maravillosa metáfora gran parte de la película del intento de no perder lo que se tuvo, los recuerdos.
Cómo se confunde la persona con nuestra imagen de ella, lo que significa y lo que es ella en realidad.

Para mi gusto una película preciosa. Original en su manera de contar como no podía ser de otra manera.
Una grata sorpresa para mí y un grato recuerdo a partir de ahora.

Como habreis apreciado no he contado nada de la trama en sí. No quiero estrepearosla ;-).

Bienvenidos a la realidad

Pues eso, sed todos bienvenidos al día a día, también llamado realidad.
Muerte a los optimistas y que vivan aquellos para los que la vida raspa al ponersela cada mañana encima nada más levantarse.

¿Qué es la realidad?. Mi ignorancia sobre tantas cosas, siendo la filosofía una de las que más me jode, me impide dar una lección sobre la visión histórica del concepto de realidad. Aunque supongo que una inmersión en la red me ayudaría a darla y a aclararme las ideas, mi dedos son apenas capaces de cargar con mis pensamientos como para cargar con los de grandes pensadores a lo largo de siglos de sesudas reflexiones.

Supongo que como tantas veces mis pensamientos serán meras sombras que proyectan las reflexiones de otros antes de mí, pero al menos les daré valor por su característica de propias.

¿Qué es la realidad, a parte de esa puta que nos engaña para hacernos creer que es buena, y a la menor nos abofetea para recordarnos que no es así?.
La respuesta no es fácil. Hay quien dirá que es relativa.
Otros muy apegados al despreciable día a día sin duda dirán que en eso consiste la realidad.
Yo siempre he sido un poco relativista, y mi opinión ha sido la de aquellos que dicen que las cosas son del color del cristal con el que se miran. Sin embargo, ¿no hay varias realidades dentro de nosotros?. ¿Hasta que punto son reales nuestros sentimientos, nuestras intenciones, miedos, fobias, etc?.

Hay gente que considera ciertas partes de su vida más reales que otras que se ve obligado a tener. ¿Qué es más real, el trabajo que hacemos cada día, con sus labores, y formas de comportarse, o lo que hacemos al salir de él?.
Quizá algunos afortunados piensen que la frontera no es grande entre ambas cosas, pero supongo que hay quien se conforma con poco. ¿De verdad alguien cree que tener que hacer las cosas que otra persona u organización quiere puede considerarse libertad de acción?.
En realidad estamos bastante esclavizados. Esclavizados por esa parte de la realidad, no cabe duda.

Yo no quiero considerarla real. ¿Es lícito que lo que pienso sea más real que lo que hago?. Si imaginamos a alguien largamente encerrado por una causa injusta en una cárcel es más fácil de comprender.
Es más fácil comprender que la realidad que se construye una persona en esas circunstancias merece ser más real que la que ha visto condenado a llevar por esa causa injusta que le mantiene preso.
Así quiero ser yo.
Mi cabeza siempre ha sido mi reino, donde salvo vergonzosas excepciones todo tiene un sentido para mí. Allí condeno el ir todos los días a trabajar, y es allí donde soy yo, rumiando un escape para esta vida.¿Cuándo es más real la huida?. ¿En el plan que se urde en la cabeza del reo, o cuando se plasma en su final liberación?.

Podríamos hablar de diferentes grados de realidad. Una realidad potencial, y una plasmación de esa realidad.Alguna película, de manera bastante burda por lo que recuerdo, hacía centro de su trama esa diferenciación, o la falta de ella más bien.

Yo quiero que mi realidad sea la de mi cabeza. Y hasta que consiga que las cosas que haga sean las que pienso, las que deseo, así quiero que siga siendo.Nunca nada que no me apetece hacer ha de ser lo que tenga que tomar como mi realidad. Porque cuando eso ocurra así estaré derrotado. Vencido para siempre y lanzado a las profundidades del mundo, donde muchos se conforman con vivir.